Sin duda Altea te envuelve con su magia. Pasear por las calles estrechas, perderse en la ciudad, caminar hasta el casco antiguo en la cima de la colina o el paseo marítimo de Fornet son cosas geniales. Una cosa que puedes ver en Altea es su maravilloso urbanismo. Cada casa es blanca, con sus propias flores plantadas en el balcón y calles adoquinadas. Te sugiero que vayas a esta ciudad de día y de noche, y cenes en cualquier restaurante de la ciudad. Numerosos ciudadanos de pueblos cercanos visitarán este pueblo para degustar su calidad.
A la hora de determinar tu ruta turística en Altea, no puedes perderte su iglesia principal. El templo de Nuestra Señora del Consuelo tiene dos cúpulas y decoración puramente mediterránea. Desde lo alto, para acercarse a la omnipotencia, se erige sobre la montaña de Altea como agua de manantial. La plaza principal es donde se realizan diferentes eventos en verano, como ferias de artesanía. Verás unas vistas espectaculares desde esta plaza y podrás apreciar lo que este pueblo de pescadores logra proteger.
Casi todas las calles tienen muchos lugares fascinantes y paisajes únicos, aunque desde mi punto de vista, hay cuatro calles que no debes perderte en tu itinerario para conocer los lugares de interés de Altea.
Es la principal para acceder a la plaza de la Iglesia. Al final de la Calle San Miguel se encuentra la fotografía típica de Altea donde una estrecha calle nos muestra al fondo el icono turístico de la ciudad. Mucho antes de llegar hasta este punto no te pierdas sus tiendas artísticas y lugares con toque bohemio como la siguiente puerta, muy de Instagram.
Muy cerca de la Calle San Miguel se encuentra Santa Bárbara. Hay unas escaleras que nos muestran el mar Mediterráneo y una vista «escondida» puede ser motivo suficiente para visitarlo, aunque desde mi punto de vista, este es uno de los edificios civiles más bonitos de Altea, la Casa Cervantes. El escritor nunca ha estado aquí, pero Francesc Martínez, fiel admirador de sus obras, construyó la «Casa de Cervantes» en un estilo ecléctico con elementos mudéjares. Reconocerá fácilmente el frente porque hay una medalla con un retrato y las palabras «Cervantes» en el tímpano.
Bajar de la Plaza de la Iglesia y visitar la calle Mayor es uno de los placeres de visitar Altea, porque una vez lleguemos al final del antiguo portal, veremos una placa con una de las inscripciones poéticas más bonitas de la historia de la ciudad. Después de llegar aquí, te sugiero que camines por la Calle Salamanca para ver los lugares y plantas que decoran la calle peatonal.
Seguimos en busca de los mejores lugares que ver en Altea. Ya tocaba salir del laberinto histórico para respirar el aroma y las sensaciones que nos trasmite un Mar Mediterráneo en calma. El Paseo Marítimo de Altea, bullicioso y repleto de comercios, nos permite disfrutar de una larga avenida junto a alguna de sus mejores playas urbanas y su puerto deportivo.
Es un paseo de casi 4 kilómetros de longitud que puedes comenzar en la vecina localidad de Albir y finalizar en la playa de la Roda junto al llamado Mirador del Paseo Marítimo. Una gozada que también dispone de carril bici.
8 kilómetros de costa, más de una decena de playas y una característica en común, ninguna de ellas es de arena. Todas las playas de Altea están formadas por cantos rodados blancos de diversos tamaños. Para mi es una gran ventaja frente al pringue de las playas de arena, para otros una clarísima desventaja, pero en todos los casos son playas de gran belleza y nada masificadas.
Son playas de piedras y es más que recomendable llevar una silla o una tumbona y, por supuesto, escarpines o sandalias cerradas para caminar y entrar y salir del agua.
Algo más alejadas del centro urbano y en un entorno virgen y protegido encontramos las playas del Parque Natural Serra Gelada. Pequeñas, escondidas entre acantilados y de difícil acceso. Entre ellas cabe destacar la cala del Médico y la playa de La Mina (las más cercanas a Altea) y las calas de Almadraba y Tío Ximo (muy cercanas a Benidorm).
De camino a Calpe, a la altura de Altea Hills, encontramos esta impresionante Iglesia Ortodoxa hecha de madera, con unas cúpulas doradas. Para acceder aquí es necesario venir en algún tipo de vehículo ya que no existe camino peatonal.
El río Algar nace en la sierra del Ferrer, a unos 12 kilómetros de su desembocadura, donde se produjeron los primeros asentamientos humanos del área de Altea.
Además, hasta la llegada de la electricidad, sus aguas se aprovechaban para mover la maquinaria de diferentes molinos hidráulicos, datados entre los siglos XVII y XVIII. Algunos de estos molinos aún se mantienen en pie, como los de l’Horta, de Benimussa o de la Torre.
Tengo que reconocer que no soy nada fan de las barbaridades urbanísticas que se han hecho en esta zona del Mediterráneo. Ese boom inmobiliario que se vivió hace ya algunas décadas y que destrozó buena parte del litoral alicantino. Sin embargo, esta ciudad en concreto tiene algo que me atrae muchísimo.
La visión panorámica de las impresionantes playas de Poniente y Levante enmarcadas por cientos de rascacielos es, como mínimo, apabullante. Así que, si no conoces la ciudad, te aconsejo hacer un free tour de un par de horas por el centro histórico, disfrutar de sus mejores miradores como el Balcón del Mediterráneo o el de la Ermita Virgen del Mar y, sobre todo, flipar con la transparencia y la calidad del agua de sus playas.
El color azul intenso del agua, su transparencia y la extensión de sus playas, en pocas palabras, impresionan. Aunque no te gusten las localidades playeras tan urbanizadas, es innegable que Benidorm es un destinazo de sol y playa.
Guadalest es el lugar más bonito que visitar en los alrededores de Altea. Un pueblo maravilloso (el único de la provincia de Alicante dentro de la Asociación de Pueblos más bonitos de España), unas vistas de escándalo y ese encanto rural que no te esperas tan cerca de la costa alicantina.
Es otro de los grandes clásicos que ver en la zona. Una serie de cascadas naturales y pozas cristalinas de color turquesa a sólo 15 kilómetros de distancia de Altea. La entrada a Les Fonts d’Algar o las Fuentes de Algar está regulada. De hecho, hay que pagar una tarifa que, por el momento, no es nada cara. A cambio ofrece un recorrido precioso y muy facilito de poco más de un kilómetro. La belleza natural de este espacio es innegable.